miércoles, 30 de agosto de 2017

jueves, 20 de julio de 2017

Un por qué


Lo que me interesa de las fotos de cuadernos y manuscritos de poetas y escritores que voy colgando en Cuadernología no es tanto lo que pone, lo que dice cualquiera de esas páginas—el sentido semántico aquí es lo de menos—me interesa su aspecto visual: los restos del proceso de escritura como obra de arte visual, como dibujo casi involuntario. Un readymade. Algo que ya está hecho y uno declara obra de arte. Esa podría ser la posición estética, filosófica, de este blog.

Por otro lado, está la cuestión práctica de la escritura. Aunque nuestra escritura sea lineal, el proceso de escribir no lo es. Está lleno de trampas, idas y venidas, derivas en todas las direcciones, olvidos, errores, borrones y tachaduras, notas al margen, triunfos y frustraciones. Y lo que quiero decir aquí es que el resultado visual de esas andaduras por el territorio de la duda también puede ser bello.

Este blog trata, sobre todo, del acto y los instrumentos de la escritura a mano; y una de sus funciones es animar a otros a escribir. Escribir lo que sea, pero con pluma y sobre papel. Lo que no hay que olvidar es que lo que queda de esa escritura hecha a mano constituye un objeto en sí mismo, y que ese objeto puede ser bello, o por lo menos, interesante, más allá de lo que digan las palabras, o lo que su autor haya querido decir.

lunes, 17 de julio de 2017

lunes, 12 de junio de 2017

El taller de cartas



Uno de los talleres que más disfruto es el de cartas. Parece un poco absurdo escribir cartas hoy, con todos los medios electrónicos que tenemos, por voz o texto, verdaderamente instantáneos (y que dan la impresión de inmediatez), pero creo que la carta permite algunas formas de comunicación más sutiles, incluso más que el correo elecrónico. Sobre todo si es una carta escrita a mano.

No sólo está la letra con la que uno escribe (¡y da trabajo a los grafólogos!), sino que hasta el papel y el color de la tinta que uno elige son significativos. Además del aspecto visual, está el táctil, con la textura del papel, y el olfativo—si uno eligiese perfumar la carta, por ejemplo. Y supongo que si uno se ve urgido a destruir la carta, siempre se la puede comer: podríamos añadir a la lista de estímulos epistolares el gustativo. El auditivo se podría dar cuando uno arruga el papel o lo rompe, lleno de rabia o angustia por lo que pone la carta, o lee la carta en voz alta, o al leerla recuerda la voz de la persona remitente. ¿El recuerdo de una voz cuenta como sonido? Todo esto es para decir que la carta escrita a mano ilumina los sentidos de otras maneras, distintas a las de otros medios.

No digo que la carta haya de tomar el lugar de los otros medios, como los otros medios han tomado el de la carta, no se trata de revertir el paso del tiempo y la tecnología, se trata de sumar, o de no restar. En otras palabras, la idea es crear riqueza expresiva.

La carta posee un aura: parte de la mano de otra persona; en sí misma ya es un objeto personal, uno que se comparte. El taller de cartas está para hacer de ellas objetos que el receptor quiera conservar, incluso atesorar.

Hoy, cualquier comunicación viene cargada de urgencia. La carta requiere tiempo, tanto en la escritura como en su traslado. Un amigo me dijo el otro día que para él escribir cartas es una forma de meditación. Los servicios de correo son lentos, y uno puede esperar durante semanas a que llegue una carta. El tiempo que uno dedica a su escritura puede servir para aclarar ideas y sentimientos. La buena práctica de escribir un borrador y luego hacer una copia en limpio permite llegar a una mejor expresión de lo que uno quiere decir. La escritura a mano, también aporta una lentitud muchas veces necesaria.

Una carta escrita a mano puede contarnos muchas cosas del estado de ánimo de su autor, de su personalidad: bueno, eso requiere un poquito de pensamiento mágico. Que no me parece mal.

La carta, además, puede incluir otros elementos: collages, dibujos, acuarelas y toda clase de objetos más o menos planos, según el tamaño del sobre. Esto aumenta ese carácter aurático de la carta, el objeto preciado, atesorado.

Y esa es precisamente una de la funciones principales de este taller: convencerse de que uno puede crear algo que para otra persona pueda ser un tesoro, o algo que dé placer, totalmente gratis, y sólo con la esperanza de que la otra persona responda con entusiasmo parecido. En este sentido, toda carta es ya una carta de amor.

Producir, enviar y recibir pequeños tesoros, esa lentitud, ¿no nos hace falta un poquito más de esto en nuestras vidas ajetreadas y sobrecargadas de lo instantáneo y la prisa?

jueves, 8 de junio de 2017

Escritura en movimiento



Nunca sé cómo escribir un poema. Algo que sí tengo claro es que la escritura de un poema siempre empezará a mano. Para eso siempre llevo por lo menos una estilográfica y un cuaderno de bolsillo. Más abajo hago una descripción de mi equipamiento de salida.

A veces voy por la calle y se me ocurre un verso, o alguien dice algo de cierta manera que me llama la atención y me lo anoto; o a lo mejor voy al teatro, al cine o a ver un espectáculo de danza, y en medio de aquello alguien dice algo, o tengo una idea, y lo apunto a oscuras en mi libreta o el programa de mano. Puede que una de esas frases sirva para poner en marcha un poema, o puede que las acumule en busca del poema.

De mi cuaderno portátil y los varios papelitos que puedo llegar a llevar en los bolsillos, haré una primera aproximación al poema en mi cuaderno de mesa. Siempre a mano, siempre dejando que la mano, el brazo, el cuerpo entero, con sus propios ritmos, participe en la escritura.
Normalmente llevo un cuaderno en el bolsillo de la chaqueta. Suele ser un Brugge A6 (9 x 14 cm). Me gustan los Brugge porque el papel es de 80 gramos y va bastante mejor para escribir con pluma que el de 70 gramos de Moleskine, que ahora se vende, mucho más caro, en Argentina. Las principales tiendas de estilográficas en internet no venden Moleskine, precisamente porque esos cuadernos no ofrecen un papel confiable. Así que ni me preocupo demasiado, siempre utilizo los Brugge, muy confiables, que además es una marca Argentina (tanto los Brugge como los Moleskine se fabrican en China). Dejémoslo claro a los esnobs: los Brugge son mejores y más baratos que los Moleskine.
También suelo llevar dos estilográficas. Una con tinta negra y otra con tinta de otro color. Si puedo y la obsesión me gana, puedo llevar una tercera. Esta obsesión es objeto, como se imaginarán, de la hilaridad de mi compañera, que es psicoanalista y tiene la delicadeza de reírse pero no en mala onda de mis obsesiones. 

En este momento, las plumas que llevo son una Delta medio anónima, con cuerpo y capuchón de metal, plumín F, que compré hace muchos años en Valencia. La tenía en un cajón porque no funcionaba, hasta que un día la llevé a Casa Pintos, en Avenida de Mayo, y me la arreglaron. Ahora es la pluma perfecta para llevar por la calle: 1) no es muy cara; 2) es de metal, o sea resistente; 3) el plumín de acero no es blando ni flexible, sino bastante tieso, y eso va bien para escribir de pie en la calle.
También llevo una TWSBI Mini, de pistón, plumín EF, que es perfecta para escribir en los cuadernos de bolsillo. Pluma pequeña, plumín extra-fino, para cuaderno pequeño. Máxima portabilidad.

(En la foto: el cuaderno Brugge de bolsillo, la pluma Delta, a la izquierda notas de ideas que me gustan para escribir, para cursos, para la BiPA; a la derecha, lo que luego sería un poema visual titulado "Historia general (personal) del nomadismo".)

miércoles, 7 de junio de 2017

Reactivación


Rara vez escribo o publico algo en este blog. Ha sido así durante mucho tiempo, y eso tiene que cambiar. Creo que lo he mantenido abierto con la esperanza de que llegara un día en el que me decidiera a dedicarle tiempo de verdad.
Este tiene que ser un blog acerca del aspecto físico de la escritura, la relación del cuerpo con la puesta en papel de las palabras y las ideas.
Se tratarán temas como la diferencia entre la escritura a mano y la escritura en pantalla, el placer del acto de escribir, y del acto de leer algo escrito a mano, sobre todo algo dirigido especialmente a uno.
También habrá, de vez en cuando, conforme vayan cayendo en mis manos, artículos sobre plumas estilográficas, sobre tintas, sobre los diferentes papeles que pueda llegar a usar, y claro, como el nombre del blog indica, sobre cuadernos, sus cualidades, ventajas y desventajas.
Pronto colgaré un artículo acerca del valor de la carta: como acto de comunicación, como objeto, como regalo, como trabajo que uno hace por amor o por cariño hacia otra persona. Y no estaría mal otro acerca de esa larga conversación—larga de años—que uno puede mantener consigo mismo en un diario.
En fin, se trata de reactivar este blog con muchas ideas—muchas no demasiado nuevas, claro, pero que creo que vale la pena contar y afirmar. Espero que les interese y lo vayan siguiendo.
¡Veremos qué pasa!

sábado, 20 de mayo de 2017